Debo reconocer que desde que acudo a las residencias de mayores con Frida mi percepción de las personas que viven en ellas ha cambiado. Ahora cada día de sesión se convierte en un rato de alegría y emoción para unas cuantas personas que siempre nos reciben con una sonrisa amable y moviendo la mano hacia Frida para saludarla con una caricia, que será recompensada con el saludo perruno característico. Cada sesión proporciona momentos especiales en los que alguien recuerda los perros que tuvo hace años, y también de diversión, jugando a los bolos con Frida, siguiendo con atención sus movimientos mientras realiza alguna de sus habilidades o buscando la pelota escondida entre las piernas de alguno de ellos.

